domingo, 6 de junio de 2010

Días de ira (F. Gary Gray, 2009)

El tema podría haber servido para una reflexión sobre la Justicia y cómo un ciudadano común está indefenso frente a las zonas oscuras del sistema. Pero no es el caso. No es que hubiera que esperar eso ya que, después de todo, la dirige F. Gary Gray, para quien lo más importante siempre ha sido que no decaiga la acción, llenar la pantalla, cumplir con las pretensiones de un best-seller y disponer de un par de explosiones bien repartidas. Gray (El negociador, La gran estafa) es un director funcional con ciertas habilidades personales que le consiguen empleo y estrellas dispuestas. A los de su clase, hace un tiempo, se los tildaba despectivamente de artesanos.
Días de ira es la historia de un ciudadano del montón que es víctima de un copamiento en el que mueren su esposa y su hija. Por esos acuerdos que suelen hacer los fiscales y los abogados, sólo uno de los dos copadores es sentenciado a muerte y el otro termina disculpado con una pena menor. Eso al viudo le resulta una burla tan cruel como para tomarse 10 años en planear una venganza contra los asesinos, el fiscal del caso, el abogado, el juez, todo el sistema de Justicia y los funcionarios públicos y las autoridades de Pennsylvania. Es un plan descabellado que, incluso, pretende concretar desde el confinamiento de una cárcel. Cuando empieza a explicar las cosas, el guión cae en el barranco del facilismo que siempre está a la vuelta a la esquina.
Al vengador lo interpreta Gerard Butler (300, El cazarecompensas) en un buen momento a nivel laboral aunque la calidad de su obra es relativa. Acá consigue expresividad en las zonas más oscuras (que son casi todas) de su personaje que resulta ser una combinación de Hannibal Lecter, Jason Bourne y McGyver. El establishment judicial tiene el rostro de Jamie Foxx, quien elige sus películas como si nunca hubiera ganado un Oscar. Colm Meaney está desaprovechado en un papel secundario.
Hay un regodeo morboso en el asalto del comienzo, en una escena de tortura y en una ejecución que sale más desagradable de lo habitual. Esas cosas son mostradas con un realismo innecesario. Pero, más allá de eso, para tardes de credibilidad en piloto automático y con tolerancia alta a resoluciones que no tienen ni pies ni cabeza, Días de ira transcurre a buen ritmo, tiene dos estrellas como protagonistas y hace alarde de un costoso despliegue visual. Esos son todos los requisitos del género.

Los mejores de Brooklyn (Antoine Fuqua, 2010)

Es interesante como Antoine Fuqua quiere parecerse a Sidney Lumet en este drama sobre policías a merced de la corrupción, el riesgo y el h...