lunes, 19 de abril de 2010

Julie & Julia (Nora Ephron, 2009)


Para un hombre es difícil ir libre de prejuicio a ver una película como ésta que no disimula nunca que es una comedia para novias y esposas; la escribe, la dirige y la protagonizan mujeres. Pero la verdad, no está mal. No es una maravilla (está lejos de lo mejor de su directora: Cuando Harry conoció a Sally y Sintonía de amor son libretos de Ephron), pero todo funciona a la altura de sus pretensiones: ser una agradable comedia femenina. Meryl Streep es Julia Childs, una suerte de Cordon Blue estadounidense que, en tiempos de la televisión blanco y negro enseñó a todo un país a cocinar con algo de refinamiento. Julie (Amy Adams) es una joven esposa actual, bastante aburrida con su trabajo que se propone la titánica tarea de hacer cada receta de Julia Childs y publicar los resultados en un blog. La película muestra las dos historias —que son reales y transcurren a 40 años de distancia— en paralelo, sí, pero hacia un mismo destino: la posibilidad de superación de una mujer que se sienta más o menos frustrada con su vida. No infeliz, sólo algo frustrada. Ambas mujeres están, de hecho, felizmente casadas y el respaldo que da un matrimonio bien llevado es otra de las hipótesis que comprueba la película. Todo lleva a un final feliz porque esa es una convención del género.
Hay quienes dicen que hay imitación del original donde alguien que no conoce al personaje principal ve solo una composición exagerada de Meryl Streep. Igual, en sus momentos más histriónicos, sigue siendo la mejor actriz de la historia del cine (la conclusión es un poco temeraria pero hay cómo defenderla).
Clásica en su confección y en su propuesta, Julia & Julie puede llegar a conmover incluso a aquel representante masculino que entró a verla cargado de prejuicios. Ese mismo que salió del cine con la sonrisa algo tontona que dejan las comedias cuando están bien cocinadas. La emoción celebratoria que maneja al final, eso sí, ayuda a hacerla más entrañable.

Acá, la sinopsis.

cuando el cine llamaba a la revolución

Poder que mata (Network, Sidney Lumet, 1976)

domingo, 4 de abril de 2010

Premios de Cinemateca

Mejor película. Alamar, de Pedro González Rubio (México), "por su capacidad para presentar con naturalidad y sensibilidad una historia familiar, dentro del marco de una escenografía natural que la complementa y enriquece, resuelta con singular solvencia"

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Premios Especial del Jurado. Vincere, de Marco Bellochio (Italia). Norte, de Rune Denstad Langlo (Noruega) y La Pivellina, de Tizza Covi y Rainer Frimmel (Italia), por su frescura y calidez para narrar, con una mirada casi documental, una historia tierna y humana.

Mejor Documental. Süden, de Gastón Solnicki (Argentina).

Mejor Cortometraje Uruguayo. Tuya, de Iván Mazza, por la manera eficaz en que desarrolla, a partir de una idea no necesariamente original aunque sugestiva, una trama atrapante y muy bien realizada.

Mejor Cortometraje Internacional. Alejate, de Paloma Aguilera Valdebenito (Holanda, 2009) y Un amorío con muñecas, de Hans Montelius (Suecia, 2009)

Premio del público. La cinta Blanca, Michael Haneke

jueves, 1 de abril de 2010

The Imaginarium of Dr. Parnassus (Terry Gilliam, 2009)

Es aceptado en círculos relativamente civilizados que cualquier exceso está mal. Terry Gilliam debe saberlo. También que cuánto más se sube en la escala del exceso, más estrepitosa es la caída. Esa ha sido la apuesta más importante de este director que supo ser conocido como el "americano de los Monty Phyton" antes de convertirse en un autor con películas importantes como Brazil, 12 monos y Pescador de ilusiones. Hay otra parte de la filmografía de Gilliam que puede rotularse como el precio a pagar por los excesos cometidos. El imaginario del Dr. Parnaso (que hoy se estrena en Montevideo) es de esa categoría. Películas como Fear and Loathing in Las Vegas o el inconcluso proyecto sobre el Quijote, son la razón por la que después hay que hacer cosas como Los hermanos Grimm. En la del Dr. Parnasso se le permite mezclar las dos cosas: cierta justificación comercial con algunas de sus mañas más personales que lo convierten, mal que le pese, en un Peter Greenaway con mucha menos suerte artística. Gilliam gusta del despliegue, del artificio y los grandes escenarios operísticos, un estilo que, se insiste, puede llegar a ser su propia ruina. Parnaso es un artista de vodevil ambulante pero con un tarea de tiempo completo hace más de mil años: un enfrentamiento entre inmortales con el diablo por hacer prevalecer su idea de la armonía terrestre. Lo camufla con una rutina de magia que parece medio cutre pero que ofrece un paseo por la propia mente del voluntario del público que es bastante real. En el camino se cruzarán (al "Señor" lo acompañan un enano compinche, una virgen y un adolescente en edad de merecer) con más de un obstáculo, el rechazo de públicos varios, las bravuconadas del demonio (que tiene la pinta de Tom Waits) y un filántropo perseguido por sus acreedores. Salvar el mundo así no es muy fácil. La muerte de Heath Ledger antes de terminar su parte obligó a ciertas licencias artísticas como el uso de Johnny Depp y Jude Law para suplantarlo en algunas escenas. Eso le salió bien. Pero lo mejor del asunto pasa por lo que podía haber sido, no por lo que es: un vistoso caos cinematográfico, lleno de efectos y recursos entrañables, sí, pero que revelan los limitados alcances de un director que de esta clase de cosas alguna vez pudo haber hecho una obra maestra.

trailer acá.


Los mejores de Brooklyn (Antoine Fuqua, 2010)

Es interesante como Antoine Fuqua quiere parecerse a Sidney Lumet en este drama sobre policías a merced de la corrupción, el riesgo y el h...