jueves, 1 de abril de 2010

The Imaginarium of Dr. Parnassus (Terry Gilliam, 2009)

Es aceptado en círculos relativamente civilizados que cualquier exceso está mal. Terry Gilliam debe saberlo. También que cuánto más se sube en la escala del exceso, más estrepitosa es la caída. Esa ha sido la apuesta más importante de este director que supo ser conocido como el "americano de los Monty Phyton" antes de convertirse en un autor con películas importantes como Brazil, 12 monos y Pescador de ilusiones. Hay otra parte de la filmografía de Gilliam que puede rotularse como el precio a pagar por los excesos cometidos. El imaginario del Dr. Parnaso (que hoy se estrena en Montevideo) es de esa categoría. Películas como Fear and Loathing in Las Vegas o el inconcluso proyecto sobre el Quijote, son la razón por la que después hay que hacer cosas como Los hermanos Grimm. En la del Dr. Parnasso se le permite mezclar las dos cosas: cierta justificación comercial con algunas de sus mañas más personales que lo convierten, mal que le pese, en un Peter Greenaway con mucha menos suerte artística. Gilliam gusta del despliegue, del artificio y los grandes escenarios operísticos, un estilo que, se insiste, puede llegar a ser su propia ruina. Parnaso es un artista de vodevil ambulante pero con un tarea de tiempo completo hace más de mil años: un enfrentamiento entre inmortales con el diablo por hacer prevalecer su idea de la armonía terrestre. Lo camufla con una rutina de magia que parece medio cutre pero que ofrece un paseo por la propia mente del voluntario del público que es bastante real. En el camino se cruzarán (al "Señor" lo acompañan un enano compinche, una virgen y un adolescente en edad de merecer) con más de un obstáculo, el rechazo de públicos varios, las bravuconadas del demonio (que tiene la pinta de Tom Waits) y un filántropo perseguido por sus acreedores. Salvar el mundo así no es muy fácil. La muerte de Heath Ledger antes de terminar su parte obligó a ciertas licencias artísticas como el uso de Johnny Depp y Jude Law para suplantarlo en algunas escenas. Eso le salió bien. Pero lo mejor del asunto pasa por lo que podía haber sido, no por lo que es: un vistoso caos cinematográfico, lleno de efectos y recursos entrañables, sí, pero que revelan los limitados alcances de un director que de esta clase de cosas alguna vez pudo haber hecho una obra maestra.

trailer acá.


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